La polémica enderredor de la reaparición pública de los comisarios políticos de los años setenta ha continuado. Encuentro en la red publica esta vez algunas opiniones de cineastas y críticos de Cine . El crítico de cine Juan Antonio García Borrero apunta con el dedo índice:
La única manera de recuperar ese ánimo creador de antaño es discutiendo hasta la saciedad, actualizando el arsenal narrativo, convirtiendo a los pasillos del ICAIC en una cinemateca ambulante donde la gente viva el cine, y no del cine. Y sobre todo aprendiendo a discutir, porque entre nosotros (cineastas y críticos) todavía predomina ese sentimiento primitivo que nos hace pensar que cualquier discrepancia es un problema personal, cuando no político.Aunque me interesa la cultura de la polémica, no me gusta la réplica gratuita. Creo que hay mucha gente viviendo de esa herramienta antiquísima que es el insulto a ese que no piensa como tú. No es nuestro caso. Tu escrito me ha hecho pensar, y eso es lo que importa. Lamentablemente las polémicas alrededor del cine cubano han girado en torno a otros intereses ajenos al cine mismo. Y casi siempre han terminado silenciadas por coyunturas que mañana no existirán, si bien influyen demasiado en la vida concreta de los cineastas. Nadie devuelve a Daniel Díaz Torres (no el cineasta, sino el ser humano) el sosiego robado en aquellos malos ratos de Alicia, como tampoco nadie reintegra a Titón y Tabío la tranquilidad después de aquella crítica pública de Fidel a Guantanamera. O a Solás por sus desencuentros a raíz de Un día de noviembre o Cecilia. Eso es tal vez lo más triste que sucede con esas "políticas culturales" diseñadas con aparente buena voluntad, políticas que hablan mucho de principios colectivos, y muy poco de los seres de carne y hueso. Son políticas que, como todas, terminan por deshumanizar al arte y su recepción.
Cineastas y críticos opinan - Artículos y noticias de Cuba
Blogged with Flock
1 comentario:
Amir Valle y las claves del debate
Por Raúl Tápanes López
Una polémica nunca antes vista -desde que en sus reuniones con los intelectuales en 1961 Fidel Castro pronunciara la ambivalente frase "Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada" y Virglio Piñera, ante el desarrollo de esos sucesos confesara: "Tengo miedo..."-, se está desarrollando en Cuba.
Un grupo creciente de escritores y artistas han criticado públicamente la reaparición en la televisión nacional de antiguos funcionarios que ejecutaron una política cultural que determinó la expulsión, censura y persecusión de cientos de intelectuales en los años 70 y 80. El Secretariado de la UNEAC ha querido dar por zanjada la situación con su declaración publicada en el diario Granma el 18 de enero y que algunos incluso (Zenaida Romeu), han calificado de "enunciado-carta-dictamen-decreto". Pero ahora es la propia actuación de la institución el blanco de las críticas.
Mi primera entrevista a Amir tuvo lugar hace muy pocas semanas, pero ahora, asombrado por la explosión crítica en reacción a la reaparición de los censores culturales -o "comisarios políticos" como les han llamado algunos-, recuerdo que le envié un correo hablándole, tímidamente, de la necesidad o posibilidad de una segunda entrevista y temiendo la rechazara por la proximidad en tiempo de la anterior. Su respuesta fue rápida y tajante: "¿Tienes que preguntar si estoy dispuesto cuando tú mismo dices que es el momento oportuno?" Así comenzó esta nueva entrevista...
Pregunta: ¿Terminará aquí la ola de protestas o serán los nuevos cuestionamientos el inicio de ese debate amplio a que tú has llamado? ¿Podrías ahondar más acerca de esto último?
Respuesta: "Me veo obligado a reconocer algo: la intelectualidad cubana ha sido burlada y, aún peor, muchos de quienes pudieron ser protagonistas de un rescate de la perdida Cultura del Debate, se han hecho eco de quienes, desde el poder cultural-político (y nótese que uno estas categorías), nuevamente nos dividen en intelectuales “revolucionarios” e intelectuales con “agenda anexionista”. Otra vez se acude al burdo y gastado esquema de poner al pensamiento contrario, al pensamiento distinto, en la orilla enemiga del conflicto político Cuba-Estados Unidos. Visto desde esa perspectiva, muchos intelectuales como yo, a quienes nadie nos paga lo que pensamos, ahora resultamos “anexionistas”. Es un bochorno. Y el mayor bochorno es que muchos de esos intelectuales que encabezaron esta protesta ética se hayan dejado empujar por ese mismo camino de la limitación del pensamiento distinto.
A esa estrategia bochornosa de querer denigrar del otro, atacando el pensamiento distinto y cerrando el diálogo mediante esquemas manidos y propios del sistema autoritario que se ha impuesto en Cuba en todos estos años, se suma la desinformación hacia el propio sector intelectual, y hacia el resto de la población. ¿De qué debate puede hablarse si, por sólo citar dos ejemplos, el narrador Andrés Casanova, en Las Tunas y el narrador y dramaturgo Atilio Caballero, en Cienfuegos, se enteraron de este debate hace apenas unos días? ¿De qué debate puede hablarse cuando en provincias muchos intelectuales saben que “algo pasó en La Habana”, pero ni la AHS ni la UNEAC en esos territorios les han explicado, como debiera ser, qué revuelo está sucediendo en La Habana y todo lo que ello significa para la historia cultural de la isla? ¿De qué debate estamos hablando si los mismos intelectuales que lo provocaron empezaron a parcelar y continúan empleando los usuales “interior” y “exterior”, “cubanos” y “exiliados”, “revolucionarios”, “no revolucionarios”, que ellos mismos hasta hoy han criticado cuando esas parcelaciones han sido utilizadas por los políticos? En un mensaje de un muy joven intelectual leí que si a Pavón y Serguera les habían dado los micrófonos y las cámaras de la televisión cubana, abiertos para todo el pueblo, ¿qué impedía ahora que se hiciera lo mismo con el ciclo de conferencias de la Casa de las Américas? Tiene toda la razón, pero ya eso yo lo había vaticinado en mis “Reflexiones para espantar el miedo”. Aún más fundamental, ¿de qué debate estamos hablando si el pueblo, que también (o quizás más) ha sufrido el Pavonato mencionado y otros Pavonatos que continúan hoy, ni siquiera se ha enterado de que, por primera vez en la historia del país, se ha producido una conmoción intelectual de esa envergadura? ¿De qué debate hablamos si, en momentos de definición como este que vivimos, se le mostró la imagen heroica de Serguera y Pavón y ahora se le niega la posibilidad de saber por los propios protagonistas que sufrieron a esos dos, lo sucedido en otras épocas? Nuevamente asistimos a un proceso claro de limpieza de la historia, ese mismo proceso que se aplica en las escuelas mediante el esquema citado al inicio de esta respuesta: “revolucionarios buenos y perfectos vs traidores malos y perversos”.
Por suerte, esta ola de protestas no terminará. Quiéranlo o no esos que ahora nos denigran llamándonos “anexionistas” ya se ha abierto una ventana y el diálogo continuará silencioso, creciendo como esas enredaderas que llegan a cubrir los viejos muros, y me place decir que, por muchas razones evidentes en el intercambio masivo de mensajes, y por muchas posiciones débiles y hasta egoístas asumidas por algunos, los protagonistas no serán esas glorias de la cultura nacional que se han mencionado mucho en estos días... serán esos jóvenes que han sufrido y sufren un Pavonato extendido hasta hoy, esos jóvenes que empiezan a decir con honestidad y sin miedo lo que piensan".
Pregunta: Algunos consideran la intervención de Francis Sánchez una de las más acertadas de los intelectuales dentro de la isla, y tu artículo en Cubanálisis, Reflexiones para espantar el miedo, está entre lo más equilibrado, pero completo, que se ha expresado desde el exterior. ¿Compartes los criterios expresados por Francis?
Respuesta: "Conozco hace muchos años a Francis y sé que lleva bastante tiempo diciendo cosas como ésas sin que nadie le haga caso. En una entrevista dije que en Cuba, aunque algunos extremistas no lo entiendan, existen intelectuales que han mantenido un pensamiento crítico y un discurso distinto al oficial, sufriendo por ello muchas represiones, silenciosas o abiertas. Pero también dije algo que ahora vuelve a suceder: todo está estructurado para silenciar, con mecanismos burocráticos y otras formas peores, cualquier pensamiento no conveniente. En el caso de los intelectuales y artistas esa estrategia de silenciamiento es mucho más precisa. Te pongo dos ejemplos que tienen que ver con la discusión que ahora está en la palestra: el primero es que en todos los Congresos de la UNEAC, Plenarias de las Asociaciones de la UNEAC y Congresos de la AHS, se ha criticado la mediocridad, los mecanismos de control de información establecidos por un organismo como el ICRT y la terrible contribución de este medio a la banalización del gusto popular, entre otras cosas y “errores”, mediante una programación que recoge lo peor que se hace en TV a nivel internacional. ¿Qué ha pasado? Nada. Se sigue idiotizando a la gente a pesar de todas las críticas, de todas las sugerencias hechas por los intelectuales a la Radio y la Televisión Cubana, y a pesar de todos los compromisos, todas las falsas autocríticas y todos los “mea culpa” que hemos escuchado de parte de los dirigentes políticos responsables de controlar a esa institución, y de parte de los responsables directos de llevar a cabo las estrategias de programación. El segundo ejemplo, también directamente relacionado con la Televisión, es aquel justo reclamo de un grupo de artistas negros que dieron pruebas de la presencia de un pensamiento racista en la estrategia de producción de la televisión cubana. Ese reclamo ha estado en todos los debates de los últimos diez años. ¿Se ha resuelto?
En simples palabras, hables lo que hables, si no es algo conveniente al criterio de la “Política Cultural de la Revolución” y de la Revolución misma, tus palabras caerán en saco vacío y ni siquiera encontrarán un trillo escondido para llegar a ese pueblo del que eres parte.
Francis apunta tres problemáticas que me parecen esenciales: una, el divorcio del intelectual con la problemática cotidiana de su país y de su gente y la pérdida de su protagonismo en nuestra historia (que ya yo había apuntado en el trabajo que mencionas y en mis dos primeros mensajes del debate); dos, la repetición del carácter habanocentrista del debate que excluye a los Pavonatos que jamás han desaparecido en las provincias, y tres, la falta de solidaridad de los intelectuales ante los “errores” cometidos en los últimos años contra muchos intelectuales que no vivieron aquellas décadas por simples razones de edad.
Bajo el criterio de la Declaración de la UNEAC, los escritores Ena Lucía Portela, Francis Sánchez, Jorge Luis Arzola, Osvaldo Antonio Ramírez, el muy joven narrador Arturo González Dorado, el cineasta Alejandro Moya y hasta Reina María Rodríguez, tienen agendas anexionistas porque han manifestado un pensamiento digno, independiente y muy crítico en estos intercambios. ¿Hasta dónde van a llevar el irrespeto quienes hoy presiden la UNEAC? Esto que está sucediendo y esta Declaración justamente recuerda que otro “anexionista pagado por la CIA”, Antonio José Ponte tenía toda la razón cuando cuestionó públicamente, y en una Plenaria de Escritores (es decir, donde debió hacerlo) el supuesto carácter de Organización No Gubernamental de la UNEAC. Sus palabras le valieron la “desactivación”, a pesar de la oposición expresa a esa medida por parte de un grupo de intelectuales consultados, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Cintio Vitier. Esto demuestra, otra vez, que la UNEAC es un instrumento político más y que está al servicio de quienes detentan el poder en Cuba, no al servicio de los escritores y artistas cubanos”.
Actualmente los intelectuales cubanos se dividen en grupos antagónicos a uno y otro lado del espectro político. Tanto los que han "desertado" -como se dice en términos oficiales- de la política cultural impuesta durante décadas, en su mayoría fuera de la isla, como los que defienden a ultranza el modelo político y social implantado en 1959, se tratan como enemigos, separados por la cambiante política. Un tercer grupo rechaza la política en un entorno donde aquella ha desprestigiado los valores clásicos, como la utilidad social o los símbolos patrios. En estos tiempos de éxodo y dispersión la voz de Amir Valle adquiere una connotación especial por su mesura, alejada de extremos demenciales y asentada en valores éticos incuestionables.
Pregunta: Citas a Guillermo Vidal -con ese cubanísimo "Caballeros, si nos dividen, nos joden"- cuando llamas a la unidad, pero... ¿No está ya dividida la intelectualidad cubana? ¿Podemos hablar de unidad leyendo los criterios de Alfredo Guevara y Manuel Vázquez Portal, de Desiderio Navarro y Jorge Luis Arzola? ¿No rechazan Arturo Arango et al la intervención de los de afuera en la polémica?
Respuesta: "Es cierto lo que dices, pero creo que debemos aclarar el concepto. Es saludable que la intelectualidad de cualquier parte del mundo esté dividida por sus criterios. Ello establece el justo terreno de la pluralidad de opiniones y sienta las bases para el diálogo. Que existan las opiniones encontradas de esos escritores que mencionas, y otras muchas opiniones incluso rabiosas y oportunistas, es saludable aunque se piense lo contrario de acuerdo al mecanismo de exclusión y unanimidad forzada que en Cuba se le ha impuesto al diálogo cultural y político; mecanismo de exclusión y unanimidad que, por cierto, también existe en buena parte del exilio intelectual cubano. Cuando nuestro querido Guillermo Vidal mencionaba esa frase, se refería a algo más elevado: a pesar de nuestros criterios divididos, no podemos estar divididos nosotros mismos.
Hay muchas razones que no pueden olvidarse y que, de algún modo, complejizan este asunto de la necesaria unidad ante la nación: en el exilio no sólo están las víctimas del Pavonato, también hay muchos de los verdugos; y hay quienes fueron víctimas del también gris período del Aldanismo junto a ciertos cancerberos de Carlos Aldana... hay de todo en esas otras tierras, como también quienes fueron víctimas en otras épocas de represión política e intelectual, de pronto hoy se convierten en verdugos o en cómplices de los verdugos de otros allá en la isla. Es muy complejo. Hay muchos odios personales, muchas frustraciones personales, muchas rabias. Me llamó la atención un trabajo muy serio escrito desde Alemania por el traductor y editor Jorge Pomar. Allí decía que incluso Pavón tenía derecho a rectificar, a opinar. Y tiene razón. La historia de nuestra cultura está llena de esos ejemplos de grandes intelectuales y artistas que fueron protagonistas directos o indirectos de la represión y un día descubrieron que los habían engañado, que la fiebre revolucionaria de los primeros tiempos los había cegado o que su propia egolatría no controlada les había tendido una trampa convirtiéndolos en máquinas de represión de sus colegas. Todos ellos tienen derecho a rectificar e, incluso, a perseverar en sus actos. Pero para entender que todos tenemos derecho de acuerdo a la responsabilidad que asumimos como ciudadanos pensantes al ejercer como intelectuales, hay que despojarse de los egoísmos de élite, de la arrogancia y hasta de las heridas, si es que realmente queremos establecer un diálogo abierto, plural y sin limitaciones.
La división que he visto en estos días es muy peligrosa porque responde (claramente, no hay ni siquiera que esforzarse buscando entre líneas) a un predominio de los intereses individuales por encima de los intereses de nuestra responsabilidad ante la nación. Es puro egoísmo. Pura defensa a toda costa de los espacios ganados. Pura conveniencia y, no puede dejarse de lado, en algunos casos es puro terror a lo que pudiera pasar si alguien decide parar esta rebelión intelectual que no había ocurrido jamás en Cuba. Puedo decirte que conozco de muy cerca a muchos de esos que han estado en el debate y me he asombrado de ver cómo lo que dicen no coincide con nada de lo que me han dicho a mí y a muchos otros amigos y colegas en momentos de conversación sincera. Pero el miedo es, también, un derecho. Lo que más me molesta es ver a intelectuales de altísimo nivel, que pudieran ser líderes de opinión de sus grupos y del pueblo mismo, asumiendo egoísmos que nos dividen y perdiendo, otra vez, ese protagonismo que les arrebataron en aquellos “años grises”. Por ejemplo, ninguno de los que empezaron el debate se ha manifestado, como debieran haberlo hecho, en contra de esa muy conveniente etiqueta de “anexionistas”que lanza la Declaración de la UNEAC. Creo recordar un solo mensaje que se opone a ese criterio.
Para cerrar esta pregunta te diría: sí, estamos divididos, pero por nuestros egoísmos y por andar defendiendo nuestras capillas íntimas. Las otras divisiones son necesarias y objetivas. Y estar divididos poniendo nuestro egoísmo por encima de nuestra responsabilidad social es vergonzoso".
Conocí a Amir Valle como la mayoría de los que le admiran: a través de sus libros; luego tuve un referencia visual cuando el ya reconocido narrador y periodista formara parte del seminario de técnicas narrativas ofrecido por la televisión. Durante años seguí su labor periodística y literaria dentro de las precarias condiciones en que esto puede hacerse en Cuba. Habana-Babilonia o Prostitutas en Cuba es una obra imprescindible en la literatura cubana actual. Todavía recuerdo -y siempre insisto en ello, porque lo viví- el impacto que por primera vez, bajo la dictadura de esa "política cultural de la Revolución" que él menciona, tuvo un libro prohibido pero que se convirtió en todo un best-seller clandestino.
Pregunta: Has escrito: Soy un escritor cubano: esa es mi cruz. ¿Es también el miedo, ese miedo que intentas exorcizar, una cruz para el escritor cubano? Hay pocos con más autoridad que tú para hablar de la UNEAC y los complejos mecanismos que teóricamente engloban la cultura en la isla.
Respuesta: "Cuba es una sociedad del miedo. Es una sociedad absolutamente preparada para que tu vida dependa hasta en lo más mínimo de mecanismos controlados por un burdo esquema de poder que te saca del juego, te aniquila o te destierra, si no sigues con fidelidad la política de la Revolución. En Cuba todo el mundo tiene miedo. Hasta quienes hoy detentan el poder tienen ese miedo. Y es natural, porque en una sociedad inestable, el miedo a sufrir los debates de esa inestabilidad es una presencia cotidiana. Ya una vez dije que a los escritores cubanos de la isla le han metido en la cabeza que el mundo se les acabaría si no publican allá; les han hecho ver que esa inmensa y valiosa contribución del exilio a nuestra literatura no tiene los valores de lo que se hace en la isla. Y basta que uno se meta en una Universidad donde haya una cátedra de estudios hispanoamericanos para descubrir cuánto te han engañado. A uno de esos funcionarios a quienes, de pronto, comenzaron a enviársele los mensajes que al inicio fueron solamente entre escritores, le oí decir en una feria del libro en La Habana que a Abilio Estévez le sucedería lo mismo que a Cabrera Infante, es decir, que dejaría de ser un escritor cubano para convertirse en un escritor español, igual que Cabrera Infante dejó de ser escritor cubano para convertirse en un escritor inglés. Llegó a decir que, incluso, hasta escribía sus obras en ingles, refiriéndose a Holly Smoke. ¿Se imaginan tal disparate? Y la anécdota sucedió justamente cuando alguien habló maravillas de la novela Los palacios distantes, de Abilio Estévez. Todavía suele escucharse a ciertos de esos funcionarios alabando la pureza de la literatura cubana que, aseguran, no se ha contaminado con el mercantilismo del resto de la literatura que se escribe en la lengua. Eso es un insulto a la intelectualidad que escribe hoy obras imprescindibles en nuestra lengua. Lo triste es que muchos jóvenes escritores se han creído esas patrañas, aunque por suerte cada vez son más los que despiertan a la realidad.
Pero son miedos insuflados por mecanismos bien aceitados, además de esos otros miedos que te atacan aunque no quieras cuando dices algo “no conveniente” y recibes la visita de un par de individuos que de modo muy amable intentan convencerte de “no caer en las trampas del enemigo del país”; o cuando cierta frase o cuento o personaje de uno de tus libros es “algo dura” y ves que el tiempo de la publicación se alarga y se alarga y, muchas veces, no llega, hasta que no decides quitar la frase; o cuando no apareces en los listados oficiales de personas invitadas a eventos, conferencias, y demás; o cuando trabajas en una institución y por ser amigo de alguien “conflictivo” te llaman tus jefes y condicionan la permanencia en tu trabaja a la ruptura de esa “amistad perniciosa”; para sólo hablar de esos miedos con los cuales tienes que vivir, como una camisa de fuerza, si no te pliegas o te callas tu pensar distinto.
Como tú bien dices, desde hace varios años en Cuba, llevo acudiendo a las instituciones para defender mis derechos violados. Mis últimos años fueron un rosario de arbitrariedades que tuve que sufrir, simplemente por decir cosas distintas, molestas, por tener un criterio contrario al oficial. Y lo repito, como lo repetí muchas veces allá, jamás podrán decir que me pagaban por hacer y decir lo que pensaba y lo que dije. Como tampoco ahora nadie me paga para que diga lo que estoy diciendo. Y para que ninguno de ellos dijera que salté por encima de sus responsabilidades, me dirigí a todos los que hoy dirigen la cultura en mi país, les escribí cartas, les pedí respuestas a sus artimañas en mi contra. Jamás me dieron una disculpa, una respuesta. Incluso cuando apelé a un modo muy simple: la conversación esclarecedora con esos funcionarios, pero bajando al nivel de los seres humanos que somos, entre amigos o colegas, conversación que por supuesto jamás se dio. El único que me respondió dos veces fue el Presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC. En los dos casos me dijo que mis problemas terminarían, pero nunca me dio una razón de peso y tampoco terminaron los problemas.
Por eso me dio mucha gracia cuando en un intercambio de mensajes alguien dijo que yo empujaba sin darme golpes porque estaba en Berlín. Yo tuve mucho miedo en Cuba, es cierto, porque fui uno de los pocos intelectuales que mantuve mi respeto y amistad hacia la posición política asumida por Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal, Dagoberto Valdés o Rafael Alcides, para sólo mencionar a algunos, y a través de lo sucedido a ellos mis ojos se abrieron a una dura realidad de represión hacia el pensamiento y la libre difusión de las ideas que va más allá del esquema simplón de si te pagan o no por lo que dices. Pero quizás por esa mezcla de tozudez canaria y por que jamás he sido de los que bajan la cabeza cuando los humillan, levanté los ojos y seguí andando, solo, igual que ando hoy, solo con mis ideas que, repito, nadie financia".
Los que salimos de Cuba, acostumbrados al no tiempo de una isla detenida en el transcurrir de la historia, donde los diarios tienen siempre los mismos titulares, las novedades no existen, las sorpresas menos y las diversiones son escasas, nos cuesta trabajo adaptarnos al trepidante e intenso ritmo de la vida moderna en los países que nos acogen. Y Amir no es una excepción en ello -en esa necesidad de readaptación-, pero sí en su tremenda capacidad de asimilación: no cesa de sorprender cómo escribe cada día, cómo puede elaborar un texto y otro, una crónica testimonial, par de entrevistas, decenas de correos y artículos y opiniones. Y encima estudiar alemán, trabajar en la próxima novela y cumplir con las obligaciones impuestas por la beca que le ha sido concedida.
La honestidad de sus enfoques es la piedra angular que le ha hecho merecer la aprobación de miles de lectores en todo el mundo. Discutible, por terrible y remecedor fue su testimonial Habana-Babilonia, pero por encima de discrepancias y aprobaciones o desaprobaciones nadie ha podido negar desde entonces su valentía y honestidad. Tampoco hoy le duelen prendas cuando admite por ejemplo, sus equivocaciones pero no reniega, como muchos pretenden cuando salen de la cárcel-isla, de su pasado. Sin compromisos políticos, sin ataduras de ninguna índole, Amir es hoy una de esas voces preclaras de la nueva intelectualidad cubana, aquella que va sobrepasando a los que no pudimos o no supimos cargar el legado social de un Martí, o un Mañach o un -matancero, más cercano- Regino Pedroso. No le duelen prendas cuando dice que esperaba otra cosa de esta polémica.
Amir Valle se encuentra ahora mismo en Alemania. Allí ha logrado reunir su familia, sorteando todos los escollos impuestos por las autoridades cubanas, y establecer un decoroso espacio de existencia y trabajo, como merece todo ser humano pero como millones de cubanos no tienen a causa de un experimento social fracasado. Desde allí defiende hoy la dignidad de muchos cubanos cuando reclama su derecho a regresar expeditamente cuando lo considere oportuno, derecho que ningún otro país en el mundo niega a sus naturales, pero que el gobierno cubano se permite utilizar como instrumento político. Como a todo emigrante le golpea, como canta Willy Chirino, "la maroma de sobrevivir lejos de su idioma, sus costumbres y su identidad", pero desde Berlín sostiene un fluido intercambio de correos y comunicaciones con sus antiguos compañeros en la isla, con sus amigos, con muchos intelectuales cubanos en general y con su público que le exhorta a no defraudarlos. Atento a todo lo que ocurre dentro de la isla, es un referente esencial a la hora de deslindar excesos y ubicar en su justo contexto cada señal -como siempre tan confusa y plagada de espejismos, provocaciones y maniobras oficiales-, que procede de allá. Porque Amir Valle, en medio de estos tiempos -ojalá que no apocalípticos en lo que a Cuba se refiere-, es de los verdaderos poetas-profetas ("Yo empecé escribiendo poesía y aún la escribo, pero respeto tanto la poesía que jamás he dado nada a nadie para que lo lea o publique", ha dicho) que aún creen en "el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud".
Pregunta: ¿Qué piensas acerca de la renuncia de Carlos Martí a la presidencia de la UNEAC y los nombres de los sustitutos que se barajan? ¿Traerá esto algún cambio en las aplicaciones prácticas de la política cultural aplicada por el Gobierno?
Respuesta: "Es ingenuo pensar que un cambio de persona, en los momentos actuales, cambiará algo. Me sonó demasiado superficial el reclamo de algunos intelectuales cuando pidieron a las autoridades culturales averiguar lo sucedido. ¿Quiénes son esas autoridades? Abel Prieto y Carlos Martí. Mírese la historia de ambos y se va a saber que si alguien puede responder, directamente y sin necesidad de consultar, cualquier cosa relacionada con el vínculo entre la alta política y la cultura, ésos son ellos dos. Me resulta demasiado ingenuo que olvidemos que Abel Prieto es miembro del Buró Político, es decir, pertenece directamente a la cúpula que gobierna hoy el país. Para no ser injustos, debemos reconocer que es posible que se le escapen algunas cosas, que le den gato por liebre en algunos asuntos en los que debiera tener participación, porque es una ficha puesta allí con toda intención y jamás ha tenido el poder que tienen otras figuras históricas y nada históricas. Pero tampoco podemos olvidar, por ejemplo, que aquel Abel Prieto que empezó en el Ministerio de Cultura abriendo muchas puertas entonces cerradas, nada tiene que ver con este de ahora que se pliega a la intolerancia y asume jugadas que sólo convienen a su legitimación personal dentro de la estructura del poder político. Creo, y lo conversaba con algunos intelectuales del exilio que los conocen muy bien, que si tuvieran un poco de vergüenza hace mucho rato hubieran renunciado a sus puestos porque los han convertido en títeres represores de la intelectualidad y les han echado un lodo pestilente sobre sus carreras literarias. Ya las posturas intolerantes y las mentiras de Abel no se pueden esconder ni siquiera detrás de su aparente afabilidad y su alto sentido del humor.
Me consta que Carlos Martí ha estado enfermo y que lleva años pidiendo su liberación. No sé las razones por las cuáles no le han dado esa liberación, pero lo cierto es que cualquiera de los sustitutos que se barajan vendrán a dar continuidad a lo hecho por él en la UNEAC. Ninguna es una figura de suficiente carisma y, esencialmente, ninguno tiene el poder y las relaciones con el poder que ha tenido Carlos Martí, como para esperar cambios que mejoren algo lo que hoy sucede".
Conversando con alguien que recientemente asistió a varias actividades en la sede de la UNEAC y estuvo entre los círculos intelectuales de La Habana, me decía que allí no se puede ni mencionar a Amir, que "lo tienen totalmente prohibido". Pocos allí, apenas los amigos en los que el miedo, incluso, hace sus estragos, conocerán su más reciente obra investigativa, Las sucias claves del poder, o de la obtención del Premio Vargas Llosa de Novela por parte del escritor, o de la próxima publicación de esa novela -Las palabras y los muertos- por la editorial española Seix Barral. Porque, como dice Amir, "uno de los mecanismos que tienen allá es ese: el de invisibilizar a quienes se les oponen, y creo que los que sabemos que usan ese método tenemos el deber de tratar de romperlo con nuestros pocos medios". En su cubierta escribe José Manuel Martín Medem: “Amir Valle, después de escuchar a Fidel Castro durante tanto tiempo, se rebela, nos cuenta lo que la Isla susurraba, y escribe la primera ‘Novela de la Revolución’”.
Pregunta: Personas que recientemente visitaron La Habana y compartieron con algunos escritores y artistas comprobaron que tu nombre no se puede ni pronunciar, que estás tan prohibido como estuvieron en su momento Cabrera Infante o Reinaldo Arenas, ¿algún mensaje para aquellos que te censuran? ¿Algo que quieras decir para tus compañeros y para los que no han dejado de leerte?
Respuesta: "En esta semana he recibido varios mensajes, muy hermosos, de amigos que viven en la isla o que han ido a Cuba. Unos profesores universitarios europeos fueron a un evento en Cuba y encontraron eso que dices; un par de amigos escritores latinoamericanos viajaron a otro evento de nivel y un funcionario les recomendó directamente no decir que eran mis amigos; y varios escritores y periodistas de la isla me han dicho que pronunciar mi nombre es casi mencionar al diablo. A un muy joven escritor de provincias, que me enviaba sus obras para que yo las revisara, el director municipal de cultura de su localidad acaba de llamarlo para decirle que si quiere llegar a ser algo deje de mencionarme como su maestro. ¿Qué decir? Debo agradecerlo. Recuerdo que cuando quisieron prohibir la circulación clandestina de Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, me convertí en el escritor más buscado por los lectores. Mis libros desaparecieron de las bibliotecas, no porque los retiraran sino porque los lectores se los robaban. Fue alucinante. Les duela o no a quienes me han censurado, ya no pueden hacer nada contra un público que me sigue y al cual encuentro siempre la forma de hacerle llegar mis libros, mis entrevistas y hasta la más mínima de mis palabras, porque ellos me lo han pedido así. Asumiendo ahora esta postura incitan al mito, cosa que no me gusta pero alimenta un poco mi ego. Llevo tiempo pidiéndole a mi Dios la humildad que no tengo porque sigo recibiendo mensajes, cada día, de lectores que siguen mis pasos, o que me descubren y están fascinados. Eso me ayuda a escribir, me hace sentir responsable y vencedor. De modo que a esos que me siguen, de todo corazón, debo darles las gracias por su fidelidad y, en muchos casos, por los riesgos que corren para poder leerme, entre otros, imprimiendo mis obras a escondidas de sus jefes. En la única presentación oficial que pude hacer en Cuba hace ya varios años, ante una multitud que se aglomeró para oírme, se empujó para comprar mi novela, y me tuvo una hora y media firmando ejemplares, dije que dedicaba el libro ´a Cristo, que lucha y vence por mí todas las batallas, porque ÉL me lo hizo saber así en su Salmo 27: Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado´. Por eso, me río de quienes antes quisieron convertir en fantasmas a Cabrera Infante y a Reinaldo Arenas, y les doy las gracias porque, con esa estúpida prohibición, han hecho una enorme contribución a la difusión de la obra de esos maestros y ojalá mi obra se difunda ahora de ese modo tan alucinante".
Acostumbrado al encumbramiento de aquellos escritores y artistas que los menos afortunados llamamos "vacas sagradas", nunca deja de sorprenderme la naturalidad conque Amir Valle responde un correo o da su opinión acerca de una obra sometida a su consideración, luego de leerla -dedicándole su tiempo- como si fuera un clásico de la literatura. Anteriormente, en otro correo me había confesado: "Nadie le cuestiona a las revistas de izquierda, y a la política cultural de la Revolución que hayan convertido la cultura en una subplataforma política. Sin embargo, cuando un intelectual, haciendo uso de su pensamiento independiente, quiere opinar políticamente, enseguida sacan el argumento: ´veo demasiado uso de política en tu discurso´". Por cuestionamientos tan válidos como este, Amir Valle es hoy uno de los tantos proscriptos que ha producido una "revolución" tan vieja que ya no puede legitimarse ni semánticamente.
Pregunta: A los que no han participado en la polémica (los más), porque no les interesa, porque encuentran más apremiantes otros cuestionamientos o simplemente porque no tienen medios de expresión a su alcance... ¿qué les dirías?
Respuesta: "Quiero decirles a quienes no han participado en la polémica que es hora ya de que asumamos nuestro papel y no dejemos que los políticos hagan y deshagan a su antojo por nuestra abulia. Muchas de las posturas asumidas por intelectuales honestos en este debate serán reprimidas de diversos modos, con mayor ensañamiento en las provincias, y solamente podrá impedirlo la unidad y la participación de todos, bajo el credo de que TODOS debemos aportar a este diálogo que implica a la nación, justamente con la variedad de nuestros criterios, con la amplia andanada de nuestras opiniones distintas, plurales. No podemos dejar que el actual escenario de la cultura retorne al monólogo o al diálogo de sordos en el cual estuvo envuelto, y de ello somos responsables los intelectuales cubanos estemos donde estemos, sean cuales sean nuestras heridas o nuestros miedos. Incluso aquellos que no quieran participar, es otro de los derechos que deben respetarse, tienen el deber de escuchar con la mente abierta y el alma libre de odios y rabias, concediendo a los que estén dispuestos a dialogar el derecho a ser escuchados".
Ahora vamos a hacer lo posible para que el debate continúe, por difundir esta entrevista con las claves para un verdadero debate, frente a las claves del poder que pretenden silenciarlo...
Publicar un comentario