Esa madrugada, muy a inicios de la "revolución", el héroe guerrillero Fidel Castro conversaba con Antonio Llano-Montes en el muro del malecón, rodeado de noveles guardaespaldas.-Tú no te vas a ir como Agustín Tamargo, verdad, Tony?-Yo soy cubano, Fidel. Y no tengo por qué irme de aquí si no me botan.Un pesado silencio de segundos, un manotazo en la espalda y una sonrisa hiriente.-Bueno, si algún día te tropiezas con Tamargo dile que a Cuba no va a entrar más nunca en su vida.Quince años después, Llano-Montes le contó la historia en Venezuela a su brillante colega. Tamargo lo escuchó en silencio y luego dijo:-Coño, Tony, como te demoraste en darme el recado de Fidel!
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