lunes, marzo 19, 2007

El Paraíso Perdido

Acabo de restablecer contacto con una amiga, un amigo y casi toda su familia, quienes, al cabo de estos cinco años que ya llevo en las tierras de los nibelungos, se han establecido al parecer muy bien en las no menos extrañas tierras del profundo sur de América. Cuando los dejé aquel día en que fui a despedirme("hasta dentro de un año", les dije tal vez, como si en efecto tuviera entre mis planes regresar alguna vez a mi querido pueblo maldito), mis amigos(ya cincuentones avezados) no parecían muy atormentados con la situación del país, el tiempo que transcurría en vano mientras el gobierno caminaba hacia atrás, como el cangrejo, etc. No recuerdo muy bien, pero tal vez esa última vez me hicieron café, como siempre, mientras él se ocupaba en el patio de sus puerquitos y sus patos, con quienes siempre terminaba por encariñarse. Luego, durante mis primeros meses de exilio, me crucé con ellos y con uno de sus hijos, también un buen amigo, algunos emails, de esos un poco raros con que uno pretende comunicarse con los de "adentro", es decir, los que todavía no han podido escaparse del paraíso del Coma de Dante. Y finalmente zasss...desaparecieron.

Pero he aquí que esta semana recibí un correo de ella, en el que me da cuenta de la nueva vida de la familia. Mi amigo naturalmente tiene el típico gorrión de los cubanos, siempre pensando en aquello y demás; en general, les va muy bien, junto a su hijo y la mujer de éste (a la que también conozco de Cuba), quienes ya le han dado un nieto sudamericano. Todos ellos(menos el nieto, claro) llevan adelante sus respectivas carreras profesionales y la vida continúa...Hasta tienen planes sacar a los pocos miembros de la familia que quedan allá adentro.

Es una historia típica de cubanos en tiempos de Castro. A primera vista se puede establecer que el mundo se divide en dos partes: allá adentro(Cuba, lugar profundo e inaccesible) y aquí afuera(el resto del mundo).

Pero no era a esa la conclusión a la que quería llegar.

Pensando en estos amigos me he dado cuenta que más de la mitad de mis amigos e incluso de colegas escritores con los que tuve alguna vez algún tipo de cercanía se han ido. Empezando por mis amigos de la infancia, y luego la pandilla de la adolescencia a la que pertenecí. De cuatro que éramos, sólo dos permanecen en Cuba.

De los cinco o seis escritores que comenzamos a escribir en Ciego de Avila a mediados de los años ochenta, sólo dos permanecen; de los del resto del país, mucho menos de la mitad: aquí afuera están Manuel Sosa, Gumercindo Pacheco, Ronaldo Menéndez, Pedro Alberto Asseff, Reinaldo Hernández Soto, Amir Valle, Carlas Suárez, Michel Perdomo, Rolando Sánchez Mejías, Carlos Alberto Aguilera, etc, etc, por sólo citar algunos de los más cercanos. Muchos de ellos, como yo mismo, han tenido acá hijos que ya no serán cubanos en el sentido en que todos nosotros lo hemos sido.

¿Y esta es la patria feliz de que habla el castrismo; este es el país del que hablan Ignacio Ramonet, Almudena Grande, Belén Copegui, los tipos y las tipas de Rebelión y algunos otros rabiosos militantes anticapitalistas?

Cada uno tiene derecho a opinar lo que quiera. Para eso vivimos en democracia(los de acá, ¿eh?). Ahora bien, ¿por que no se van a vivir al Paraíso comunista, si tan maravilloso es? ¿Por que prefieren vivir acá, en medio de este capitalismo tan salvaje y tan lleno de despreciables artículos de consumo? Esta gente se me parece a unos cuantos musulmanes que he conocido: occidente es lo peor, dicen con asco. Pero no parecen tener intención de regresar a los paraísos de los que han huido; por el contrario, engendran y engendran nuevos críos para que, como ellos, se aficionen a los artículos de consumo, como ciertos teléfonos móviles y otros caros artilugios.


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