Miren qué artículo más hermoso me dedica La jiribilla. Lo ha descubierto Pomar, a quien agradezco por ponerme sobre aviso, pues yo me aburro mucho las pocas veces que navego por sus páginas(las de la Jiribilla). Por el momento no tengo tiempo(ni ganas) para responderle en mi blog, pero seguramente lo haré en un par de días. Mientras tanto, no tengo inconvenientes en reproducir el artículo completo, para disfrute de todos...
¿Así que soy un mercenario? ¿Así que me meto en política por pura mercadotecnia? Quien lea mi novela Todos los buitres y el Tigre, escrita en el exilio, y mi obra anterior, escrita dentro de Cuba, no encontrará un abismo entre ellas, ni descubrirá que he cambiado, ni en cuanto a temas ni a estilo; ahora bien, en Cuba yo era un escritor que hacía tiempo había llegado al límite en su posición crítica(y muy muy crítica, por cierto)hacia el régimen castrista, y aquí en el exilio, en cambio, soy uno que ha encontrado la libertad y no acepta (auto)censuras; el precio que se paga por esa libertad es, precisamente, el exilio, del cual por cierto no me quejo.
Pero ya responderé en dos o tres días.
Linda perla ¿he? Si no fuera porque ha sido publicada en un medio tan ridículo como La jiribilla, dirigida directamente por la seguridad del estado y sus agentes en la cúpula cultural, sería como para dar las gracias. Eso sí, se echa de menos el tono grosero tradicional en la susodicha publicación, cuando de atacar a sus adversarios políticos se trata. Quiero decir, que en el fondo se ve que no pudieron encontrar a alguien peor que Daniel García para cumplir con la tarea del partido.
Encrucijada
Daniel García Santos • La Habana
He tratado de imaginar el drama de un escritor que, condicionado por circunstancias perentorias, flexibiliza la ética de su vocación para encontrar un lugar en ese espacio de exigencias que convencionalmente se denomina “el circuito editorial” o “el mercado del libro” que, como conocemos, en el caso de Iberoamérica, se encuentra dominado por unos pocos emporios que, de acuerdo con objetivos bien definidos, fomentan la internacionalización de la literatura, los autores y los destinatarios. ¿Para qué y para quién se escribe? Responder a este dilema presupone una toma de partido, que en algunos casos, como ese escritor cuyo drama imagino, significa ceder a las urgencias que impone la realidad material dentro de la cual escribe. Esto es, decidir, entre la literatura y el mercado, a favor de las concesiones que impone este último, entendido como espacio donde los sistemas de valores son sustituidos por modas, códigos, etiquetas de identidad, criterios de venta, que a su vez contaminan la relación con el lector.El premio literario Alejo Carpentier de Narrativa y Ensayo, fue creado en 2000 con el fin de promover géneros que estaban reclamando auspicio y difusión. En esa convocatoria inicial se premiaron tres títulos que, vistos desde el tiempo transcurrido, son importantes exponentes de la literatura cubana contemporánea. El premiado en el género de cuento, en una relectura actual, aún se hace notar por la fuerza del material narrativo, la cruda actualidad de los temas, la eficacia de sus atmósferas, el vibrante drama humano que trasciende de sus personajes arquetípicos, el discurrir de su lenguaje. Sin duda, La bandada infinita (Ciudad de La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000), de Jorge Luis Arzola, es un libro notable, y su autor, de pronto potenciado por el galardón, se situó dentro del grupo de narradores cuya obra habría que seguir. El libro salió publicado, con una excelente factura editorial, en ese propio año 2000. Una vaca muerta rodeada de buitres, situada en un recuadro difuminado en el centro de la cubierta, en la que predominan las gradaciones de grises y las transparencias, anuncia desde la primera impresión el tratamiento de temas ásperos, pero con un tratamiento indiscutiblemente artístico. No dejaron, por su valentía y su voluntad de estilo, de suscitar puntos de vistas polémicos.
En 2006, seis años después, aparece publicada, con el sello de la editorial española Siruela, la novela Todos los buitres y el Tigre, del mismo autor. Tras largo período de silencio, era natural la curiosidad por conocer esta novela, más cuando ese autor está ahora radicado en otro país, y por tanto, condicionado por circunstancias diferentes.
La lectura de la novela arroja, en una primera mirada, una coincidencia general con los temas y la estructura de los cuentos de La bandada infinita, y en especial con dos de ellos: el que le da título al libro de cuentos y “El cuento más terrible del mundo”. En ambos libros el autor usa los mismos personajes: El Gordo, el Príncipe o el Flaco, la Vieja, el Viejo. Similares situaciones: El Gordo, perdido el Tigre de Bengala, o robado, y con una familia en situación paupérrima, atrapado en la insistente idea del suicidio; el Príncipe, o el Flaco, especie de contraparte del Gordo, también embargado por la frustración, pero expectante, como observador-participante de un mundo sórdido, violento, devorador; el Viejo y la Vieja, en lucha permanente contra la fatalidad de un medio adverso. El autor ha realizado, en la novela, una recolocación de esos dos cuentos de La bandada infinita, intercalándolos, de manera intertextual, en un relato central, cohesivo, que, en conjunto, repiten los mismos códigos del libro de cuento. O sea, Todos los buitres y el Tigre, en vez de una recreación de textos anteriores, es el resultado de la manipulación de estos, para redimensionarlos a partir de las nuevas circunstancias en las que el autor conforma la novela.
La novela reacomoda los personajes y temas de La bandada infinita, en un producto dirigido a un mercado que desconoce la obra anterior del autor —lo cual este ha sabido aprovechar— y que le exige la adopción de los códigos impuestos para la literatura relacionada con Cuba, y en los que se basa el marketing de la novela. Obsérvese el texto de la nota de contracubierta, la apelación que se hace al lector para incitarlo ante el libro: “[…] los protagonistas de esta novela […] buscan refugio en sus sueños para escapar de la crueldad subyacente en su entorno, en una Cuba nunca nombrada explícitamente. […] cada uno de los protagonistas lucha contra el derrumbe de su existencia física y psíquica, en la realidad casi mítica de un país atribulado por una plaga misteriosa, símbolo para un régimen opresivo y amenazante”.
Todos los buitres y el Tigre imprime en el lector, con respecto al libro de cuento que le sirve de basamento, una sensación de repetición, de redundancia de procedimientos y significados. En la novela, los personajes del Gordo y el Príncipe, o el Flaco, además de ser los personajes de los cuentos intercalados de La bandada infinita, intervienen en el relato central y replican e incrementan en ese discurso hilvanador, las vicisitudes que padecen en el espacio específico de los cuentos. En “El cuento más terrible del mundo”, el Gordo sufre la frustración de sus ansias por convertirse en escritor y una situación de pobreza extrema, con una madre malformada y un sobrino con síndrome de Down, e intenta encausar su necesidad de evasión en la creación simbólica del Tigre de Bengala, que, por si fuera poco, ha desaparecido; pero en el relato central sufre, además, violencia corporal, violación, humillaciones, persecución y cárcel, a causa del abuso de poder, la represión, la censura y el despotismo de “los Recomendados, los que un día serían los Militantes, los primeros ejemplares del hombre nuevo...”. La escuela donde está internado, junto al Príncipe, es un infierno, un lugar plagado de miserias, dominada por “los Recomendados”, de los cuales forman parte “los Perros”, “aquella manada tenebrosa, cuyos miembros, casi todos, lucían en el hombro la insignia de los Militantes”. Añádase que el hermano del Gordo, “que era capitán del Ejército”, lo acusa de ser “un parásito, un gusano”, y la Hiena, líder de los Recomendados, lo viola y, entre otras vejaciones, lo obliga, junto con los demás alumnos, a golpear al director de la escuela en un mitin de repudio, y después, “vestido de uniforme verde olivo, con charreteras de capitán sobre los hombros”, dirige la operación de encarcelamiento de los Topos, sustantivo con el que engloba al gremio de los escritores, como consecuencia de la cual es encarcelado, junto con el Príncipe.
Al cotejar “La bandada infinita” y “El cuento más terrible del mundo” con sus versiones intercaladas dentro de la novela, se advierten algunas modificaciones necesarias para lograr la articulación con el relato central, pero otras que son deliberadas adiciones para acentuar la politización del discurso, a tono con las exigencias del mercado en cuanto al tema de Cuba. Por ejemplo, en la versión original de “La bandada infinita” el Viejo lucha infructuosamente, se infiere que en pleno período especial, por proteger sus vacas de los matarifes que asolan el lugar para lucrar con el hurto y sacrifico de ganado. Es un acoso constante, que no tiene rostro ni nombre. Sin embargo, en su versión dentro de Todos los buitres y el Tigre, se intercalan párrafos como los siguientes:
Aquellos policías seguramente estaban implicados también en el sacrificio de las reses. De lo contrario, ¿cómo era posible que nunca hubiesen atrapado a nadie, si tenían el cuartel general allí mismo, tan cerca del matadero clandestino como la propia finca del Viejo?
El Viejo les tenía una roña irreconciliable a los policías, y a veces, mientras trabajaba, se tomaba un respiro para echarle un vistazo rencoroso a los edificios del cuartel, levantados con insolencia en un amplio solar que antiguamente le había pertenecido y que le había sido arrebatado por la fuerza. [...]
[...] Y, para colmo, este país, que era de por sí un lugar lleno de pícaros, engatusadores por vocación y ladrones consumados, ofrecía ahora unas condiciones de impunidad inmejorables que, junto al hambre, animaba al merodeo incesante. [...]
Todos los buitres y el Tigre. Ed. cit., pp. 23-24.
[...] El Gobierno, que quería controlarlo todo, no era capaz ni de surtir de pan viejo los bares de mala muerte, y sin embargo la policía acosaba sin tregua a los vendedores encubiertos de minucias, que siempre traían algo más o menos comestible en sus fugaces mochilas. [...]
Ob. cit., p. 28.
Los ladrones, en esta versión, son también los policías, y en un sostenido crescendo, la población entera de pícaros, y el Gobierno omnipotente.
Asimismo, en la versión sumida en la novela de “El cuento más terrible del mundo”, además de adicionársele escenas como la del mitin de repudio y otras que sugieren la omnipresencia de la Seguridad del Estado, se leen cosas como estas:
[...] y la literatura no fue para él sino un suave tamiz a través del cual se podía comprender mejor la realidad, o quizá una gruta por donde escapar de ella hacia el mundo de Nunca Jamás, lejos de tantos Perros, Recomendados y Militantes, de tanto orden absurdo, tantas consignas y metas [...].
Ob. cit., p. 100.
De manera que cuentos que en sus versiones iniciales tenían una clara marca existencial a nivel del drama del hombre enfrentado contra un medio adverso, indagación en una escala de valores universales, adquieren ahora una expresa connotación política, un fuerte mensaje panfletario:
La historia de Kubba [nótese el tono didáctico] estaba plagada de tiranos. Unos tiranos se habían superpuesto a los anteriores, y esto había creado una capa de suciedad histórica, una especie de mugre social que acabó provocando un gran estallido social, es decir, la Rebelión Kubbana.
Asco, sordidez, traición, violencia, represión, acoso policial, abuso de poder, ambiente carcelario, frustración, son apenas algunos de los rasgos del mundo reflejado en la novela, al cual se han sacrificado los valores iniciales de dos de los mejores cuentos de La bandada infinita, en aras del precio político que el autor, desde sus nuevos condicionamientos, tiene que pagar.
Destaque especial merece el reflejo que el autor hace, en el relato central de la novela, de los Topos; es decir, de los escritores:
Naturalmente, muy contados Topos habían logrado publicar algún cuento en una revista, y por eso no perdían la menor oportunidad, en los cuchicheos de sus perpetuas tertulias nocturnas, de desbarrar con rabia disimulada por la eterna ironía contra los escritores establecidos, algunos de los cuales sacaban en ocasiones algún que otro buen libro, pero cuya mayoría no hacía más que menear el rabo y cantar en sus libelos desproporcionadas loas al Gobierno, quien por supuesto los premiaba con honores televisados, les daba cargos públicos o les permitía, como ofrenda, posar para una foto con el Presidente de Todos los Consejos.
Ob. cit., p. 101.
A todo esto habría que agregar recursos sutiles, como el empleo de sinónimos para armonizar frases al uso en el español de Cuba, con giros propios del español de España, habitual recurso de mercadotecnia en este tipo de literatura: el club literario, el asesor del club, en Cuba decimos taller literario; temblona de coraje, sustituido por trémula de coraje; tomatal, por campo de tomate; puré de tomate, por pasta de tomate; cuartón, por cobertizo; tragos gratis, por copas gratis; traguito de café, por vaso de café.
Visto desde esta óptica, se explica que en el propio año 2000 otro cuento de La bandada infinita, “Cosas esenciales”, apareciera representando al autor en la antología Nuevos narradores cubanos, preparada por Mishi Strausfeld, la misma y “siempre fiel Mishi Strausfeld” de los “Agradecimientos” de Todos los buitres y el Tigre, publicada también por la Editorial española Siruela.
Regresar a textos anteriores con una mirada nueva y transformadora es un procedimiento usual y legítimo, pero habría que pensar si, en este caso, sometido el autor a las condiciones de otro país y a las reglas que rigen la internacionalización de la literatura, no resultaría una señal de esterilidad y de enajenación ante el objeto artístico. La cita de los dos cuentos mencionados representa aproximadamente la mitad de la totalidad de la novela, y su relato central es un redimensionamiento de similares personajes y problemáticas.
El mercado, en su concepción neoliberal, adquiere una significación política, en la medida que ejecuta, con absoluta eficacia, los dictados de una institucionalidad que en él se expresa. Por tanto, en su actividad concreta, el mercado no es una entidad monolítica, aunque sí orgánica, y despliega diferentes estrategias que convergen en objetivos establecidos. Por otra parte, la relación que los diferentes sujetos establecen con ese mercado es de carácter dialéctico. En algunos casos el mercado dicta, pero en otros se asimila. Muchos escritores descifran sus mecanismos y los incorporan a su literatura sin concesiones de principio, y así se apropian, con procedimientos artísticos, de amplias zonas de lectores. O logran ocupar ciertos nichos y fisuras a donde la invasión de ese mercado no ha llegado y sitúan sus estilos personales en el circuito de esos países.
Para el mercado que pretende ser hegemónico, Cuba es una línea política cuyos tópicos debe asumir un producto literario que quiera situarse dentro de la jerarquización económica y promocional. Simples enunciados que, a fuerza de repetidos, e impostados en el lenguaje poético, persiguen el descrédito de la sociedad cubana actual: la prostitución, la corrupción, la quiebra de valores, la hipocresía, la falta de libertades, el acoso policial y civil, la emigración, el derrumbe físico del entorno, la supervivencia, el derrumbe de las instituciones, la revisión de la historia y de sus figuras más relevantes, etc. Estos tópicos son las señas temáticas, que ese mercado lanza para los que, tanto fuera, como dentro de la Isla, aspiren a legitimarse en el mercado internacional de la literatura, y en especial en la zona de ese mercado abierta para el tema cubano. Es el peaje para circular por esa ruta del éxito promocional y de ventas. En correspondencia, ciertos autores, asumiendo posiciones éticas controvertidas frente a la naturaleza del proceso de creación, los emplean como ejercicio de marketing.
El problema, desde mi punto de vista, no solo radica en la naturaleza del mercado mismo, sino sobre todo en la actitud que se asuma frente a él, y que tiene implicaciones éticas, como advierto y he tratado de exponer en Todos los buitres y el Tigre, no obstante las circunstancias que están condicionando al autor en su actual país de residencia.
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